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El valor de la empresa ya no se mide exclusivamente en términos del desempeño financiero u operativo. Hoy por hoy los clientes, socios de negocio e inversionistas están prestando mayor atención a la forma de “hacer” que tienen las organizaciones para el desarrollo de su labor. No solo se centran en los productos entregados sino en garantizar que las relaciones que establecen con terceros en sus negocios sean beneficiosas, agregan valor y de ninguna forma significan riesgos para su operación ya sea de forma directa o indirecta (contagio).

 

La imagen es el activo intangible más valioso de cualquier organización y, por tanto, cualquier afectación reputacional por cuenta de actos deshonestos o que atenten contra la competitividad empresarial pueden llevarla a reducir sus márgenes e incluso a cerrar. Por esta razón, es importante que las empresas, sin importar su tamaño, diseñen e implementen mecanismos que les permitan prevenir, identificar y gestionar cualquier evento de este tipo que afecte el desarrollo de su operación.

 

Los programas de transparencia y ética empresarial son herramientas de apoyo que les permiten a las organizaciones, entre otras cosas, minimizar la posibilidad de ocurrencia de actos de corrupción en el ejercicio de su labor. Dichos programas constituyen una guía para identificar la exposición a este tipo de riesgos, adoptar los respectivos controles, implementar políticas corporativas, generar campañas de concientización y, por supuesto, diseñar los mecanismos de respuesta ante la eventual ocurrencia de algún acto de corrupción asociado a su operación. Adicionalmente, mantener una imagen de ética y transparencia permite a las organizaciones incrementar su competitividad y tener una mejor relación con sus partes interesadas.

 

A continuación, se presentan algunas ventajas de contar con programas de transparencia y ética empresarial:

  • Confianza en las relaciones: Los clientes, inversionistas y socios estratégicos tienen la tranquilidad de estar estableciendo relaciones con una empresa responsable, fiable y consciente, lo cual impulsa la competitividad aprovechándolo como un factor diferenciador y, por qué no, como parte de una estrategia de posicionamiento.
  • Entorno íntegro: cuando una organización define sus valores, los comportamientos deseados y no deseados de sus colaboradores, inversionistas y proveedores, así como los protocolos de actuación ante eventos que atenten contra sus intereses, se promueve un entorno íntegro para la realización de operaciones y se blinda ante el desconocimiento que puedan tener estos aliados frente a actos ilegales y anticompetitivos.
  • Colaboradores como aliados estratégicos: Los colaboradores de empresas que cuentan con programas de ética empresarial se sienten orgullosos y respaldados por una empresa que tiene en su ADN la transparencia en sus operaciones. Los funcionarios se sentirán más tranquilos de denunciar hechos que puedan afectar al cumplimiento de los objetivos del negocio si saben que cuentan con un respaldo organizacional.
  • Sanciones económicas: contar con programas de ética empresarial, en determinados casos puede ser un atenuante de la sanción económica derivada de algún acto de soborno transnacional o corrupción en el que se hubiera podido ver envuelta la empresa.
  • Actuación responsable: cuando una empresa se ve involucrada en actos de corrupción o soborno transnacional, su forma de responder, no solo ante la justicia, sino ante la opinión pública, es clave para que su valor no se vea afectado de forma significativa.  En este sentido, tener programas de ética empresarial permite seguir protocolos claros de actuación que mitiguen el riesgo reputacional derivado de un escándalo público.
  • Contratación Pública: las entidades del Estado no pueden contratar servicios o productos con empresas sancionadas por actos de corrupción, por lo que tener controles implementados, así como programas de ética y transparencia, es un factor importante para la toma de decisiones ante una posible licitación o proceso de contratación público.

 

Como vemos, tener implementados programas de ética empresarial no solo puede mejorar el índice interno de cumplimiento normativo, considerando que tanto la Ley 1778 de 2016 como la reciente Ley 2195 de 2022 instan a las empresas a crear políticas internas y programas de sensibilización que las conduzcan a ser cada vez más conscientes de su papel en la lucha anticorrupción que libra el país, sino que trae consigo muchas ventajas para las empresas que decidan adoptarlos como buena práctica, como el fortalecimiento de su capacidad competitiva, un mejor perfil como aliado de sus clientes y proveedores y un referente de mercado.

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