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Del Comercio internacional, la equidad de género y otros consensos
Existe un consenso generalizado sobre los beneficios del comercio internacional y la relación directa entre, la inserción de los países en los mercados externos, y el bienestar de sus habitantes. Sobre todo, para aquellos países que deciden hacerlo de forma activa y sofisticada. Las economías emergentes que han decidido incursionar de manera dinámica y con valor agregado en las cadenas globales de valor, han disfrutado de la transformación productiva, al poder acceder a nuevas tecnologías, han mejorado la eficiencia en el uso de los recursos, han experimentado altas tasas de crecimiento, disminuciones abruptas en sus tasas de pobreza, creación de empleos con mejor remuneración, y en general, mayor bienestar para sus consumidores y empresas.
En una orilla diferente, encontramos otro consenso, el de la brecha de género o la necesidad de que haya paridad entre hombres y mujeres en su acceso a educación y empleo cómo condición crítica para el crecimiento económico y la cohesión social. Numerosos estudios confirman, como lo recoge Caroline Criado en su libro “Mujeres Invisibles”, que cerca del 75% del trabajo no remunerado en el mundo lo hacen mujeres, quienes para lograr esta labor titánica dedican entre 3 y 6 horas al día, comparado con las 2 horas y 30 minutos del promedio que dedican sus pares masculinos. A lo anterior se suma la predicción del Foro Económico Mundial, que aseguró que al mundo le tomaría 257 años para cerrar la brecha económica de género. Derivado de este consenso hay otro más reciente y también inquietante, pues al parecer la crisis del COVID-19 viene impactando negativa y desproporcionadamente a las mujeres.
Ambos consensos, convergen en uno nuevo que, cada vez toma más fuerza, y es aquel que destaca los impactos positivos del comercio internacional en la promoción de la equidad de género. En un reciente reporte del Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio: “Women in trade. The Role of Trade in Promoting Gender Equality” del 2020, concluyen que los negocios involucrados en el comercio internacional emplean más mujeres y, que para los países en desarrollo esta participación es del 33% de la fuerza laboral, frente a un 24% para las empresas que no exportan. Por otro lado, la evidencia empírica de estos estudios indica que el comercio internacional crea trabajos de mejor calidad para las mujeres, pues las trabajadoras en los países desarrollados y emergentes tienen una probabilidad del 50% a ser empleadas en trabajos formales, cuando están en sectores que participan en el comercio internacional o que están más integrados a las cadenas globales de valor. Adicionalmente, los países con mayor apertura al comercio, medido esto como la relación entre los bienes transados internacionalmente y el PIB, tienen mayores niveles de equidad de género.
En el mes internacional de la mujer, vale la pena hacer un alto en el camino para reflexionar sobre las recetas tradicionales y las de vanguardia, que se vienen aplicando para resolver los problemas más apremiantes alrededor de las brechas de género. Pensar en soluciones que impacten positivamente a las mujeres, no es solo un acto de humanidad, sino de sentido económico. Hay que participar mucho más en los mercados internacionales porque aparte de todo lo bueno que esto trae para consumidores y empresas, contribuye sustancialmente a resolver uno de los problemas más significativos del desarrollo: la participación equitativa de las mujeres en el bienestar social.
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